Un nuevo capitulo de la rosa de Lupe:
Presenta ANAcronica una historia de separación que pueda llegar a tu vida por si estás pasando por algo similar.
Me despierto cada mañana revisando el teléfono, esperando encontrar un mensaje tuyo. Pero nunca llega. Pienso en ti todo el tiempo, en qué estarás haciendo, si aún sigues dormida o si ya comenzaste tu día. Me duele no saber nada de ti, no poder hablar contigo. Bajo a la cocina para comer algo, pero todo en la casa me recuerda a ti. Veo los cabellos que solías dejar en la cama, la caja de juguetes, la cama vacía. Es como si todo hablara de tu ausencia, y no puedo evitar que me duela.
A veces intento estar bien, pero no puedo. Los recuerdos llegan de repente y todo vuelve a mi mente. Me acuerdo de las noches en las que poníamos el sonido de tormenta para poder dormir. Era lo único que nos funcionaba. O cuando llegabas tarde del trabajo y nos sentábamos a cenar, aunque fuera de madrugada. Ahora, a las once de la noche, cuando solías llegar, el silencio me mata. Tu ausencia pesa en todo.
Dicen que el tiempo lo cura todo, pero yo sé que eso no es cierto. El tiempo no cura las heridas, solo las esconde como polvo bajo una alfombra. Solo Dios puede levantarlas, limpiarlas y sanarlas de verdad. Este proceso de sanar duele mucho. A veces se siente como una batalla en la que el dolor me consume, pero sé que Papá Dios está conmigo. Sé que Él está aquí, abrazándome y ayudándome a seguir adelante.
Me duele que te quedes con lo malo cuando no fueron dos o tres años los que estuvimos juntos, fueron seis años. Seis años en los que estuve contigo desde el primer día, apoyándote y amándote. Desde que abriste tu corazón y me contaste todo lo que pasabas en tu vida. Desde que te apoyé no solo emocionalmente, sino también mandándote producto para que pudieras vender y sacar un poco de dinero para comer. Más allá de lo material, te escuché, estuve para ti, te apoyé en lo que pude, y lo hice porque te amaba.
Me duele que ahora digas que eres feliz, que tenías tiempo sin sentirte así, y que el problema era yo. Si soy yo el problema, si estando en tu vida te hacía infeliz, entonces entiendo que no tenga sentido seguir aquí. Pero esas palabras me duelen. Me hacen sentir que todo lo que hice, todo lo que dimos el uno por el otro, no valió nada. Aun así, también me da paz saber que ahora te sientes bien, que estás feliz.
Sé que no siempre hice las cosas perfectas. Sé que no cambié ciertas cosas que debí cambiar, y me arrepiento de eso. Pero también hice cambios que yo no estaba de acuerdo solo para que estuvieras bien, para que pudiéramos estar bien juntos. Tal vez eso tampoco fue suficiente. Si lo bueno que hice no cuenta, no importa, no estoy buscando un premio. Pero no es justo que solo veas lo malo. Porque tú también tienes cosas negativas, pero yo no me quedo con eso porque si mi amor por ti no sería tan grande como lo es. Porque yo me quedo con lo bueno, con lo positivo, con las cosas que hiciste por mí y todo lo que me enseñaste. Me quedo con el amor que me diste, con los momentos felices que vivimos. Esa es la diferencia. Yo elijo quedarme con eso.
Aunque me duela, haré lo que me pediste: no te buscaré más. No quiero contaminar tu vida con mi presencia si piensas que eso es lo mejor para ti. No te odio. Al contrario, te amo. Y aun enojado o dolido, siempre buscaba tu cara para hablar, porque no podía estar enojado contigo, incluso cuando no era mi culpa.
Hoy cierro este ciclo con gratitud. Me quedo con lo bueno, con las risas, las conversaciones, los momentos que compartimos. Nunca voy a hablar mal de ti porque te amé de verdad. Siempre te recordaré como alguien que me cuidó, que estuvo ahí para mí cuando lo necesité. Oro para que Dios sane tu corazón, que quite cualquier dolor o resentimiento, y que te llene de paz y amor.
Aunque ahora estemos separados, confío en que Dios tiene un plan más grande para nuestras vidas. Y tal vez, si es Su voluntad, algún día nos encontraremos de nuevo, tal vez no aquí, pero sí en Su presencia, donde podamos alabarlo juntos. Gracias por todo lo que compartimos. Aunque me duele, sé que Dios llenará este vacío con Su amor y Su paz. Él nunca nos deja solos, y confío en que nos llevará hacia lo mejor para cada uno.
Te deseo lo mejor, siempre. Adiós.