Escúchamos pero no Juzgamos


En estas semanas, se ha hecho viral una dinámica donde las personas comparten cosas que les molestan de sus parejas, familiares u otros seres cercanos, diciendo cosas que ellos no saben, pero bajo una regla: no se puede juzgar ni enojarse, solo escuchar. Estas frases suelen ser directas, honestas, incluso divertidas, como:

"Cuando tú naciste parecías ratón, toda fea y roja. Estabas muy chica, cabías en una caja de zapatos."
Escuchamos pero no juzgamos.

"Cuando me mandas mensaje los leo por encima, pero no los contesto porque no tengo ganas de hablar contigo."
Escuchamos pero no juzgamos.

"Yo no me pongo el anillo de bodas porque no me gustó."
Escuchamos pero no juzgamos.

"Me gusta más estar trabajando para no verte la cara."
Escuchamos pero no juzgamos.

"Cuando estoy aburrida hago que llegues al límite nomás para hacerte enojar."
Escuchamos pero no juzgamos.

"A veces, cuando te despiertas, siento que hueles como a refri y me da cosa."
Escuchamos pero no juzgamos.

"A veces, cuando me besas, me rosa tu bigote."
Escuchamos pero no juzgamos.

"A veces siento que pesas 40 kilos. Me preocupa; siento que estás muy delgado."
Escuchamos pero no juzgamos.

"Cuando me invitabas a verte jugar fútbol nunca te veía; solo estaba en el celular."
Escuchamos pero no juzgamos.

"No me gusta tu risa, te ríes muy feo."
Escuchamos pero no juzgamos.

"No me agrada cuando te despiertas; amaneces con el pelo muy loco."
Escuchamos pero no juzgamos.

"Cuando duermes hundes la boca y te ves raro."
Escuchamos pero no juzgamos.

"Cuando te volteo a ver cuando estás comiendo no me da asco, me da ternura."
Escuchamos pero no juzgamos.


Estas frases, aunque incómodas, reflejan una necesidad de sinceridad sin el miedo al juicio. Pero, ¿qué pasaría si aplicáramos este ejercicio con alguien que siempre está con nosotros, que siempre nos escucha y jamás nos juzga?

A menudo fallamos, pecamos y buscamos a Dios solo cuando nos conviene. Nos molestamos si algo no sale como queremos, nos sentimos los más santos, pero no oramos, no leemos Su palabra, y no mantenemos una relación constante con Él. Juzgamos a otros mientras nosotros mismos estamos llenos de errores. Decimos que creemos, pero en realidad no lo sentimos. Criticamos, señalamos y nos creemos jueces. Nos damos golpes de pecho en la iglesia, pero afuera seguimos siendo los mismos.

La gente puede juzgarnos, hacer una lista enorme de lo que hacemos mal o de lo que no les agrada. Es imposible agradar a todos. Todos tenemos cosas que otros podrían señalar, y ante cualquier problema, muchas veces preferimos huir. Pero hay alguien que no lo hace.

Dios no nos juzga.
Él tendría todo el derecho de hacerlo, pero en lugar de señalarnos, nos ama. Dio su vida por nosotros para ofrecernos una vida en abundancia. En nuestra soledad, tristeza, pobreza o en el dolor más profundo, Él está ahí. Nos ama, no con palabras, sino con hechos. Nos guía, nos corrige y nunca nos abandona, incluso cuando nosotros somos egoístas y solo lo buscamos cuando nos conviene.

Jesús nos escucha y no nos juzga. ¿Y nosotros? ¿Lo escuchamos a Él? Es tiempo de acercarnos, no solo porque lo necesitamos, sino porque Él nunca nos fallará. Experimentar Su amor es algo que jamás encontraremos en nadie más.

Él está para ti. Se preocupa por ti. Quiere lo mejor para ti. Hoy es el momento de abrirle tu corazón.

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente

Facebook

Facebook

Popular Items