Respuesta: Aunque Santa Claus es una personaje mítico, su identidad esta basada en parte, en un gran cristiano llamado San Nicolás de Myra, quien vivió en el siglo IV. Nicolás nació de padres cristianos, quienes al morir, le dejaron una herencia que él distribuyó entre los pobres. Siendo muy joven se ordenó como sacerdote y era reconocido por su compasión y generosidad. Tenía fama de dar regalos anónimamente, y solía arrojar bolsas de dinero en las casas de los necesitados (algunas veces por la chimenea) encubierto por la oscuridad de la noche para evitar ser visto.
Nicolás murió el 6 de diciembre entre el 340 al 350 d.C., y desde ese día se le comenzó a conmemorar con una fiesta en la que los niños dejaban comida para Nicolás y forraje para su asno. Se dice que este santo descendía del cielo durante la noche para cambiar estas ofrendas por juguetes y regalos – pero solo para los niños y niñas que se portaran bien. Hay muchas versiones diferentes de la leyenda de San Nicolás, pero todas forman parte de la inspiración e imagen del anciano bonachón, con un traje rojo y que trae regalos, a quien ahora conocemos como Santa Claus.
Muchos padres cristianos están indecisos si deben o no jugar a “ser Santa Claus” con sus hijos. Por una parte, esto hace la celebración de la Navidad mágica y divertida, dejando recuerdos maravillosos de esta celebración por muchos años en el futuro. Por otra, el centro de atención de la Navidad debería de ser Jesucristo y lo mucho que El nos ha dado. Entonces, ¿es la historia de Santa Claus una adición inocente a las festividades de la Navidad, o debe ignorarse por completo este personaje?
Los padres necesitan usar su propio juicio al decidir si incluyen a Santa Claus en estas festividades o no, pero he aquí algunas cosas que se deben de considerar: Los niños que creen que los regalos que reciben en Navidad vienen de un personaje mágico con recursos inagotables son menos propensos a apreciar lo que han recibido y los sacrificios que sus padres han hecho para darles estos regalos. La codicia y materialismo pueden empañar estas celebraciones, las cuales representan el dar, amar y adorar a Dios. Aquellos niños cuyos padres tienen un presupuesto limitado sienten que han sido ignorados por Santa Claus, o peor aún, que los considera niños o niñas malos.
Otro aspecto aún mas serio, es que el decir a nuestros hijos que Santa Claus baja por la chimenea cada año para dejarles regalos, es obviamente, una mentira. Vivimos en una sociedad que cree que el mentir por una “buena” causa es aceptable. En tanto nadie salga lastimado, no hay ningún problema. Esto es contrario a lo que la Biblia nos dice. “Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño.” (1 Pedro 3:10. Desde luego, decirle a nuestros hijos que Santa Claus es real no es un engaño intencional, sin embargo, sigue siendo una mentira.
Aunque no común, algunos niños se sienten verdaderamente engañados y traicionados por sus padres cuando descubren que Santa Claus no es real. Los niños confían en que sus padres les dicen la verdad, y es nuestra responsabilidad el no traicionar su confianza. Si lo hacemos, ellos no creerán cosas más importantes que les digamos, como la verdad acerca de Cristo, a quien ellos no pueden ver físicamente.
Esto no significa que debamos omitir de la Navidad por completo a Santa Claus. Los niños pueden divetirse con la idea de Santa Claus, pero sabiendo que se trata solo de un juego. Ellos pueden hacer listas, sentarse en su regazo en el centro comercial y dejarle leche y galletas en la víspera de Navidad. Esto no les robará el gozo de las festividades y dará a los padres la oportunidad de hablarle a sus hijos acerca de las piadosas cualidades del verdadero San Nicolás, quien dedicó su vida a servir a otros y a convertirse en un vivo ejemplo de Jesucristo.