“Soy evangélico, me convertí, quiero seguir el camino de Dios”, dice el futbolista, Vitor Borba Ferreira Gómez, más conocido como Rivaldo, volvió a Barcelona el pasado octubre. Tenía cosas que hacer. Se pasó por el Camp Nou, asistió al clásico con el Madrid, charló con Messi, recordó viejos tiempos con Xavi, Puyol… Disfrutó del reencuentro con Iniesta y compartió confidencias con Alves.
Sin embargo, Era otro Rivaldo, nada que ver con
genio sin carisma que entre 1997 y el 2002 asombró al barcelonismo con goles imposibles –86 tantos, 157 partidos de Liga– y una chilena ante el Valencia, en el último minuto y desde fuera del área grande, que jamás se ha visto en ese estadio.“Ahora lo veo todo de forma diferente, no tienes maldad. África me ha tocado mucho, es como si fuera otro Rivaldo. Mi pensamiento ya no está en el lado material, ahora pienso en el lado espiritual”, contó Rivaldo a EL PERIÓDICO en una entrevista hace unos meses.
Hace 10 años, Rivaldo gozaba de un Mundial con Brasil. Ahora le brillan los ojos construyendo una iglesia evangélica en Angola.
“Muchas personas me han preguntado: «¿Qué haces tú en Angola? ¿Por qué te has ido allí con 40 años?». Además de jugar a fútbol -que adoro hacerlo, como lo sabe toda la gente de Barcelona-, me fui allí porque era también una oportunidad, y no solo futbolística, sino con un lado religioso. Soy evangélico, creo mucho en Dios, y tengo a una persona a mi lado, que se llama Víctor, que me da cobertura espiritual. Y me sucedió algo verdaderamente muy extraño”, dice Rivaldo.
Mucho antes de ir a África, cuando estaba pensando Rivaldo retirarse del fútbol, recibió una llamada telefónica de Víctor: «Rivaldo, tú irás a Angola». “Yo ni lo podía imaginar entonces, pero más de medio año después, cuando creía que se estaba acabando mi carrera, descolgué de nuevo el móvil. Era un empresario de Angola que me invitaba a jugar a fútbol allí. Pensé: «¿Angola?». En aquel momento no me lo podía creer. Era impensable, pero lo que me había dicho Víctor se había cumplido. ¿Cómo fue? No lo sé, ni siquiera ahora puedo saberlo. Pero sucedió. Creo que fue algo de Dios”, cuenta el futbolista, actualmente juega para el São Caetano de la Serie B de Brasil.
A continuación le presentamos la experiencia que ha vivido Rivaldo tras su conversión:
Me siento feliz, pero no solo por jugar, sino porque cumplí el sueño de levantar en ese país una iglesia evangélica. Poco a poco. Compré los terrenos hace unos meses y estamos a punto de inaugurarla. Está casi acabada. Si no pasa nada, abriremos las puertas el día 18. Es nuestra manera de ayudar a mucha gente que lo necesita, ya que en Angola, como también ocurre en muchas zonas de Brasil, hay mucha pobreza.
Angola es un país que se está desarrollando muy bien tras la guerra.
Angola es un país que se está desarrollando muy bien tras la guerra.
Ahora es totalmente diferente. He abierto un instituto de acción social, tanto en Brasil como en Angola, para intentar ayudar a los que más lo necesitan. Dios me dio tantas cosas en este mundo durante mi vida que ahora tengo que poner mi corazón, mi energía, mi fuerza para intentar devolver todo de alguna manera.
No creo que muchas personas tengan el coraje que tuve yo de irme a jugar a África. No paran de preguntarme: «¿Por qué? ¿Te has vuelto loco? ¿Qué ganas ahí?». Muchos decían que no aguantaría nada, que me iría pronto. Pero Dios me llamó para que fuese allí. No, no eligió a otra persona ni a otro jugador de fútbol. Me escogió a mí porque sabía que yo sí lo soportaría.
Es fácil vivir en Barcelona, Londres, Sao Paulo… Son ciudades maravillosas. Es fácil dar cariño y abrazar a personas perfumadas, guapas, ricas, pero no lo es a alguien que no puede bañarse ni comer. Esas personas no tienen la culpa de venir al mundo en esas circunstancias, y hablo también de las zonas pobres de Brasil o de otro país. Al final, es algo, tal vez, del destino. Yo mismo podría ser quien estuviese allí.
No nos vamos a llevar nada después de la muerte. A las 24 horas de morir, todos, pobres o ricos, seamos como seamos, acabamos igual. Por eso tenemos que ayudar a Dios, para tener esa vida eterna, porque el cuerpo no vale para nada. El corazón y el espíritu es lo que permanece. Es, por lo tanto, Dios quien está tocando mi corazón cada día para poder ayudar a todos ellos. Estoy hablando de Angola, pero vale para cualquier lugar. Aquí, tras la guerra, que duró tantos años, quedó mucha destrucción. Pero hay que felicitarlos por cómo están levantando el país, aunque todo sea muy complicado. Mucha gente del interior se traslada a la capital en busca de una oportunidad.
Pero hay que aplaudirles por todo lo que están haciendo. Todo es complicado, hay mucha gente del interior que va a la capital en busca de una vida mejor. Nada es fácil. Yo, por ejemplo, tardo casi dos horas en recorrer 25 kilómetros para ir a entrenar. Me levanto a las seis de la mañana porque empezamos a las ocho. Pero he podido descubrir África, jamás había estado allí, ni siquiera había jugado nunca contra un equipo africano. Pero Dios, como he dicho antes, me llevó hasta allí. Ha sido algo óptimo. Le he dado otro valor a la vida. Pido menos, no pierdo el tiempo en cosas absurdas. Antes, por un simple dolor de cabeza, ya te enfadabas. Pero aquí no paras.