Mañana es hoy

Muchas veces esperamos que el cambio provenga de los demás en lugar de empezar por nosotros mismos, pero la verdad es que el cambio real debe comenzar en nosotros. ¿Cómo podemos exigir que los demás cambien si nosotros no estamos dispuestos a hacerlo? Por ejemplo, si pedimos a la gente que no tire basura en lugares inapropiados, pero nosotros mismos lo hacemos, entonces no estamos predicando con el ejemplo. Del mismo modo, si decimos a los demás que no deben tomar sustancias nocivas, pero nosotros mismos las consumimos, entonces tampoco estamos siendo coherentes.

Para lograr el cambio, necesitamos educación, voluntad, actitud y también la ayuda de Dios. Debemos dejar de hacer aquello que lastima a otros, como hablar mal de alguien o envidiar a alguien, y empezar a ser conscientes de nuestras propias virtudes y defectos. Debemos evitar juzgar a los demás y, en su lugar, tratar de ayudarlos. La guerra comienza en nuestro propio corazón, por lo que es fundamental que el cambio comience por nosotros mismos.

Cuando apliquemos estos principios en nuestra vida, reflejaremos un cambio positivo en la sociedad, y seremos mejores hijos, padres, estudiantes y, sobre todo, mejores hijos de Dios.


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