Como cualquier aficionado, son muy apasionados, pero es puramente un sentimiento y no una relación personal con Dios. Nos disfrazamos de cristianos los domingos, nos ponemos nuestros trajes o vestidos hasta el suelo según sea el caso y llevamos nuestras trompetas para animar, pero eso lo hacemos sentados y cómodos en nuestra hamaca, y se nos pasa la vida siendo solo aficionados.
Cuando tenemos la oportunidad de ser el protagonista del equipo, no lo hacemos y nos conformamos solo con ser un simple aficionado. Nos ponemos el uniforme por encima, pero no lo llevamos en el corazón.
Si deseas continuar siendo un simple aficionado, sigue sentado en el templo, ponte el disfraz de tu predicador o cantante cristiano favorito. Pero cuando te encuentres cara a cara con Dios, Él te dirá: "Apartado de mí, no te conozco". Pero si en cambio deseas ser el jugador protagónico, ponte el uniforme de Jesús, ya que ese uniforme no se ensucia ni se lava, porque ya fue lavado por la sangre preciosa de Cristo. Para portar este uniforme, solo tienes que orar así: "Señor, hazme el protagonista de mi equipo. Señor, te recibo como mi Dios y mi Salvador. Reconozco que he pecado y que Tú pagaste por mis pecados. Te recibo y a partir de ahora soy tu hijo, y las cosas viejas han pasado y todas son hechas nuevas en el nombre de Cristo Jesús. Amén".
¡Bienvenido, protagonista de tu vida!