Punto número 1:
Comenzar con una broma puede ser una forma de romper el hielo y generar un ambiente más relajado. Sin embargo, es importante tener en cuenta que nuestra principal tarea es hablar de Dios, y que el humor no debería ser el centro de nuestra predicación.
Punto 2:
Cuando hablamos de Dios, es fundamental que lo hagamos a través de la Biblia, nuestra principal fuente de conocimiento y guía espiritual. Debemos usarla como la espada de doble filo que es, para mostrar las verdades de Dios y su amor hacia nosotros.
Punto 3:
Es importante adecuar el tono de nuestra voz según el mensaje que queremos transmitir. Debemos encontrar un equilibrio entre la fuerza y la dulzura en nuestras palabras, para que el mensaje de Dios llegue con claridad y amor a nuestro público.
Punto 4:
Aunque la ofrenda es importante para mantener la obra de Dios, no debemos enfocarnos en ella durante la predicación. Nuestra tarea es hablar de Dios y su amor, no recaudar dinero. Si se desea hacer un llamado a la ofrenda, este debe ser breve y sin presiones indebidas.
Punto 5:
El objetivo de nuestra predicación es llevar a las personas a aceptar a Cristo como su Salvador personal. Para ello, es importante hablarles al corazón, de forma sincera y compasiva. El tono triste puede ser una herramienta útil para tocar los corazones de aquellos que necesitan el amor de Dios en sus vidas.
En resumen, como predicadores debemos centrarnos en Dios y su mensaje de amor y salvación. No se trata de nosotros ni de nuestras habilidades, sino de permitir que Dios use nuestras vidas como instrumentos para llevar su mensaje a los demás. Recordemos siempre que la verdadera sabiduría y guía se encuentra en la Biblia y en Dios mismo, y que nuestro deber como cristianos es seguir su voluntad y su camino. Que Dios los bendiga